La sostenibilidad y la calidad de vida son conceptos en apariencia de difícil integración y sin embargo deberían ser la base de nuestro día a día.
Nuestro mundo posee recursos finitos y cada vez somos más. Frase, que a pesar de lo desazonador del concepto que irradia, no deja de ser una evidencia que puede ser gestionada de muchas maneras y no necesariamente de forma negativa.
Sí es cierto que la población mundial crece a un ritmo exponencial y, si hoy somos unos 7300 millones, en apenas unos años llegaremos a los 10000. Mucha gente para seguir haciendo las mismas cosas que nos han llevado a una situación de cambio climático y la progresiva disminución de los recursos disponibles con lo que ello afecta a la calidad de vida de millones de personas. Y todo ello lo hemos conseguido con menos gente de la que seremos en nada.
Cuanto menos merece una reflexión.
Así que, como dijo Einstein, si quieres resultados distintos no hagas siempre lo mismo. Hemos de cambiar, pero no a costa de nuestra calidad de vida y menos aun de la de nuestros hijos o la de los suyos.
Difícil, sin duda, pero no imposible. De hecho puede ser tan fácil como replantearnos qué es la calidad de vida y cuál es su objetivo, y una posible definición podría ser el disfrutar de un entorno que satisfaga nuestras necesidades para poder ser felices.
Y aquí viene el quiz de la cuestión. ¿Qué nos hace ser felices?. Por supuesto que cada uno tendremos una definición más o menos acertada o condicionada por la sociedad de consumo en la que vivimos pero lo que está claro es que la posesión ha de limitarse a lo que realmente necesitamos y no a estándares social y comercialmente preestablecidos. Hemos de reaprender el valor de las cosas y lo que éstas significan para nosotros en términos de calidad de vida y felicidad.
Por desgracia nuestra sociedad ha evolucionado de una forma totalmente diferente, hacia un modelo de consumo exacerbado, y le cuesta aceptar y progresar en el cambio a pesar de los grandes problemas a los que está teniendo que hacer frente. Así que hemos de entender y aceptar que el inicio de ese cambio de orientación está en nosotros, en los individuos que, como miembros de esa sociedad al final conseguiremos ese cambio de orientación tan necesario.
Pero, ¿cómo? bien, en primer lugar hemos de establecer unos objetivos simples en nuestro uso de los recursos:
- Consumir menos. Menos significa consumir lo que realmente necesitemos y no consumir por consumir.
- Elegir eficiencia en los bienes de consumo tanto en sus requerimientos de energía como de recursos necesarios en su creación y utilización.
- Utilizar las cosas durante su vida útil, las modas tienden a ser creadas para hacernos desechar objetos que se encuentran en perfecto estado de uso, de hecho suelen ser cíclicas luego lo "viejo" de hoy en realidad es lo "top" de mañana. Pues miremos al futuro.
- Exigir objetos de calidad, las cosas han de cumplir su función y sus expectativas de vida útil y no resultar inútiles, requerir recursos excesivos o estropearse antes de lo previsto.
- Reutilizar y reciclar. Y, por supuesto, ofrecerlos una nueva vida cuando su vida útil o la necesidad de cambiarlos por bienes más eficientes sea necesario.
Quizá una buena forma de empezar a comprender lo que son y pueden significar los bienes de consumo sea a través del movimiento DIY (do it yourself o hazlo tú mismo) que te permite aprender e interiorizar cómo se hacen las cosas, cómo funcionan, cuánto cuestan y lo que podemos esperar de ellas. A veces te llevas agradables sorpresas y te permiten replantearte lo que antes dabas como dogma.
Sea como fuere consume con cabeza y no a través de la publicidad. Es tu felicidad y la de los tuyos la que has de conseguir y no la de los anunciantes.
Un mundo mejor, más sostenible, justo y con mayor calidad de vida es posible y el cambio empieza en nosotros mismos.